Representar la muerte para celebrar la vida. La Procesión das Mortallas es una singular e impresionante muestra de la idiosincrasia gallega. Se remonta al siglo XV y la leyenda dice que surgió por la gratitud de un regidor de la localidad que, recuperado de una grave enfermedad tras encomendarse al Nazareno, decidió indultar a los condenados a muerte que portaron su ataúd durante la procesión. La multitudinaria concentración de fieles ante una larga hilera de ataúdes vacíos es la gran referencia de esta fiesta que se prolonga durante cuatro jornadas. El día grande es el tercer domingo de septiembre.